17Jun
By: El Libro Editorial Encendido: junio 17, 2016 In: Consejos Comments: 0

Jane Austen y James Joyce, algunos de los autores que dieron el salto con la autoedición

A nadie le extraña que un músico autopublique su propio álbum. Tampoco que un pintor o escultor costee sus materiales e, inclusive, con sus exposiciones. Sin embargo, que un escritor opte por la autoedición no está tan bien visto. Lamentablemente, que un autor se decida por dar el salto a la publicación por cuenta propia sigue generando cierto estupor en un sector de la población. Se piensa que, por el hecho de hacerlo, su obra tiene menos valor. Y, obviamente, nada más lejos de la realidad. ¿Alguien cree que En busca del tiempo perdido es una obra de bajo perfil? Y ¿qué hay de Sentido y sensibilidad? Pues estos libros, hoy referente de la literatura universal, existen gracias a la autoedición. Y no son los únicos. Son muchos los escritores que, a lo largo de la historia, han recurrido a este medio para hacer realidad su sueño de publicar. Y, muchos más los que, gracias a la existencia de iniciativas como El Libro Editorial, apuestan por la autopublicación.

A nosotros, como os podéis imaginar, nos parece estupendo. Sobre todo, porque de no haber desoído las críticas de editores afamados y haberse armado de valor para publicar por su cuenta, muchos talentos hubiesen quedado en el anonimato y sus obras, claro está, con ellos. ¿Queréis conocer alguno de los ejemplos más notables? Seguro que os lleváis una grata sorpresa.

  • Jane Austen. En el siglo XVII ser mujer y escritora no estaba bien visto. Por eso, aunque la primera obra de la autora inglesa tuvo muy buenas críticas por parte de su editor, no tuvo tanta suerte con la financiación. La escritora debió hacerse cargo de los costes de la publicación y sustituir su nombre por un austero “by a lady” en las anotaciones. Triste pero cierto.
  • Marcel Proust. A diferencia de Jane Austen, el autor francés no tuvo que ocultar su nombre bajo un seudónimo para publicar su obra. Lo que sí debió hacer es lidiar con el rechazo de un editor, André Guidé, a quien su obra desagradó al extremo. Por suerte, Marcel Proust, lejos de desanimarse, optó por la autoedición y lo hizo hasta en tres ocasiones: con Los Placeres y los Días, con En busca del tiempo perdido y con Por el camino de Swan.
  • Virginia Wolf. La experiencia de la autora de Noche y día o Las horas no fue tan dramática que la de sus compañeros. Al menos, en lo que a editoriales se refiere. Quizá porque, junto a su marido, creo Hogarth Press, la editorial que se hizo cargo de los gastos de impresión y distribución de su obra. Antes, eso sí, fue la editorial de su hermano la que se encargaría de dar salida a su novela Fin de Viaje.
  • James Joyce. Uno de los grandes títulos de la literatura universal, Ulises, es también uno de los grandes ejemplos de obras autopublicadas. Cuentan que los gastos de impresión de la primera edición de esta novela corrieron a cargo del escritor irlandés.
  • Ramón del Valle-Inclán. El autor de obras como Luces de Bohemia, Divinas Palabras o El Marqués de Bradomín siempre fue un transgresor. Lo demuestran sus últimos libros, de lenguaje desgarrado y personajes grotescos. También su actitud hacia un mundo, el editorial, con el que nunca se llevó bien. Quizá por eso prefirió mantenerse alejado de editores y críticos y publicar sus libros él mismo. Y no sólo eso: además de la autoedición, se encargo de la distribución y de la venta de cada uno de los ejemplares que lanzó.

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